jueves, 14 de agosto de 2014

Ebolación, campanarios llameantes y un desprendimiento de retina


Virus del ébola al microscopio.

Trato siempre de presentar los dudosos brillos de la actualidad desde los rincones más deslucidos de la duda. Tengo por norma no pronunciarme hasta haber digerido la ristra de noticias, informaciones en medios y opiniones varias en las redes sociales. Se trata de superar los momentos de enfado y de asombro, por lo estúpido y lo ocurrente.

Mis visitas a las instituciones sanitarias no suelen ser habituales. No conozco a mi médico de cabecera. Cuando por algún motivo me he visto obligado a pisar las salas de urgencias me he sentido como trasladado al mundo en el que habitan los personajes de Kafka. Estos días he cumplido con aquello de romper con las estadísticas e incluso, he llegado a pasar noche en uno de esos edificios que dicen que son para curar enfermos: un hospital.

Que te digan que las horribles diarreas que sufres son causadas por el virus del ébola es, sin duda alguna, la peor noticia que te pueden dar en tu vida. Lo más probable es que ya no te vayan a llegar muchas noticias más.

Una pandemia de ébola envenena el aire africano con el olor de los cuerpos en motañas entregados al fuego. Los hospitales del tercer mundo, créanme, algunos de los que he visto, le echan la pata a la imaginación del Dante. La velocidad de expansión de este virus en concreto apenas permite reacción alguna por parte de los recursos sanitarios de los que hablamos. Cooperantes en países subdesarrollados, los que deciden quedarse antes de ser contagiados, que no han de ser muchos -puedo entenderlo-, multiplican sus esfuerzos por dignificar lo máximo una muerte que saben y sabemos será muy dolorosa y terrible. Se tratan de aislar los principales focos de contagio cuando exponencialemente, éstos, surgen aquí y allá, dando la impresión de que se ha de apagar un fuego con vasos de agua. Es la desesperación.

Un misionero español, sarcedote y médico, lucha contra el ébola y su desastre en el corazón del continente negro. Tras toda una vida entregada al prójimo, en virtud de los valores cristianos, el bichito que es el ébola visto por un microscopio se reproduce infatigable en su organismo. El padre Miguel Pajares ya es víctima de su enemigo. Nueve de cada diez afectados por el virus muere. El sacerdote, que también es médico, sabe que va a morir.

Entramos a urgencias y somos estupéndamente atendidos y no tardamos mucho en recibir atención y ser despachados. Un desprendimiento de retina ha sido la invitación. El desprendimiento de retina requiere de una rápida intervención quirúrgica. Han de darse cosa así como varios miles de desprendimientos de retina en España cada día. Muchos, en cualquier caso, los suficientes, digo yo. Pero no, en el sevicio nocturno de urgencias no hay oftalmólogos y recibimos uno de esos venga usted mañana. Y mañana que es ya, acudimos, y sí, lo que usted tiene es un desprendimiento de retina, nos dicen, quiero decir, nos confirman. Vaya usted a su casa y guarde reposo que ya le llamaremos (cuando uno de los dos retinólogos que tenemos para toda la Bahía de Cádiz y La Janda estén disponibles. Esto, claro está. No nos lo dicen). A lo necesario de una urgente operación se pone un reposo absoluto.

La cosa está en que un tercio de España quiere la repatriación del sacerdote, algo totalmente desaconsejable dado lo peligroso del virus y su capacidad de propagación; otro tercio se opone, no se gasta un país una ingente cantidad de dinero para traer a un muerto viviente; y por último está el tercio desinformado o malinformado que lo mismo le da opinar una cosa que otra que operarse de apendicitis, por ejemplo, un martes por la tarde. Todo tiene un tufillo a rancio en los medios. Desde el gobierno una voz en off estilo NO-DO llama a los cristianos de la patria. Rojillos por otro lado, anhelan encender antorchas con que hacer arder campanarios. Lo que es España, vamos, un cachondeo.

Tras estúpida visita por San Carlos (todo esto en la semana siguiente al domingo de desprendimiento y urgencias en Puerta del Mar) volvemos a Cádiz -donde el retraso en todo el proceso se manifiesta con una mayor gravedad de la lesión- y finalmente operación en el hospital de Puerto Real. Lo del tour hospitalario se nos antoja levemente contrario a todo aquello del reposo. Nos enfadamos. Los recortes son reales nos decimos por fin, lo hemos comprobado, afectan a un sistema que sin ser malo del todo ya tenía sus fallos. Un desprendimiento de retina se traduce aun con la mejor de las operaciones en una inevitable pérdida de visión. Un retraso de todo el proceso es motivo de una pérdida mayor. Esto es, desde que recortamos en sanidad los españoles perdemos, cuando menos, visión en un ojo, que no es ninguna tontería y le quitan a uno todas las ganas de bromear. Lleven ustedes lo del ojo a un riñón y verán qué simpático; imaginen pues en asuntos de oncología, otra gracia.

Repatriar del África a un hombre con una enfermedad incurable y con la muerte devorándole las tripas cuesta o debe costar muchísimo dinero. Vamos a dejarnos de prehistóricas ideologías. Pero el gasto de una repatriación de urgencia para un muerto viviente nos ha costado a los españoles mucho más que dinero. ¿Debe un país dedicar sus mayores esfuerzos por un paísano en una situación muy complicada en un territorio de total hostilidad? Sí, por supuesto. De hecho, es un deber -o debería serlo- humano, que no humanitario.

Pero Miguel Pajares es sacerdote. Lo que nos debería dar igual, como si es fontanero en Angola. Pero no es así, no nos ha dado igual. Para empezar porque el gobierno le ha dado al asunto un carácter que rememora al trato que la España del Caudillo concedía a la Iglesia. Y tampoco nos ha dado igual porque el bando de los vencidos ha respondido del mismo modo y con la misma falta de sentido común que en aquella época no tan lejana en la que se quemaban iglesias. Unos y otros han dedicado su tiempo a hacernos a los españoles tan miserables y mezquinos como siempre. Y al ciudadano de a pie que trata de ser justo le cuesta pensar. A quienes defienden la vida sobre la muerte, la paz sobre la guerra, la justo sobre lo injusto, no les es nada fácil descubrir cuál es el camino correcto entre tanta basura.

Avión español preparado exclusivamente para repatriar infectados por el ébola.

Los medios desplegados -una chapuza en toda regla en realidad- en toda la operación de repatriación contrastan negativamente con los recortes sanitarios que padecemos en España (Aprovecho para colocar por aquí un interesante enlace para mayor información sobre la chapuza tipical spanish: http://tecnicopreocupado.com/2014/08/10/se-debe-transportar-asi-a-un-infectado-con-ebola/). Repatriar o no repatriar no ha sido la cuestión. Ya digo, bien hecho, con las cosas claras -que en todo esto nunca lo ha estado- era un deber humano poder dar al padre Pajares la muerte más digna que le pudiésemos dar. Pero recuerdo que estábamos repatriando un muerto que, probablemente, de haberse llamado Eduardo Flores, jamás se habría repatriado. Porque ha sido su condición de sacerdote y no otra la que activó los resortes repariadores de este gobierno de rancia derecha. No es válido comparar con anteriores rescates por secuestro, ni lo es comparar con la repatriación de cooperantes voluntarios en momentos y lugares complicados. En esos casos repatriábamos vida y no muerte, como ha sido este caso. El gobierno se ha saltado los más básicos protocolos NBQ en este proceso, vean las imágenes, son de risa. No se lleva a un infectado de ébola al mismo centro comunicativo de un país, por ejemplo. Eso por no hablar de los equipos autónomos empleados. Todo esto que hemos hecho, toda esta cutrez, ha pintado ridícula en mitad de una España con sus servicios sanitarios recortados.

Avión de los EEUU preparado para traslado de infectados por ébola.

Cuando la intervención quirúrgica termina el protocolo médico en este caso obliga al reposo absoluto del paciente, que ha de permancer durante al menos un par de semanas bocarriba o de lado. Sin embargo, las deficiencias del sistema por los recortes -acentuados por el agostismo- conceden el alta tras la operación, hasta ahí bien, y que, al día siguiente, se acuda a cita para revisión a otro hospital diferente en una localidad distinta a la de la intervención, lo que no está tan bien porque nos pasamos lo del reposo por el fondo de la bolsita que nos sustenta los cojones.

Los rojillos españoles atacan con torpeza todo el asunto del padre Pajares, que en paz descanse; fue un gran hombre. Responden a la estupidez del gobierno con su mezquindad habitual. Fachitas y rojillos nos han vuelto a dar el espectáculo. Los de enmedio no sabemos ni por donde tirar, izquierda y derecha todo es un error. La falta de humanidad se manifiesta con cada comentario, con cada réplica. La piel de toro huele, como siempre, a sudor de antesdeayer. No hacemos una bien, porque quienes nos representan y elegimos están demasiado ocupados en sus barcenadas y pujoladas. En Europa nos miran como la clase de deficientes que somos. El titular: La España de los recortes en sanidad abre sus arcas en apoyo a la expansión del virus en Europa.

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