sábado, 19 de julio de 2014

Carta abierta a un maltratador de mujeres



Estimado maltratador de mujeres,


No deja de ser fascinante cómo el cerebro del ser humano puede brindar a un hombre una imagen ficticia de sí mismo en favor de una realidad totalmente contraria y defectuosa. Eso no lo sabías, te estás enterando ahora mismo, porque tu comportamiento no me permite creer que poseas la suficiente inteligencia como para ver lo que para el resto de hombres es tan evidente. La realidad es que eres patético. Tampoco sabes que cuando se te pone dura la polla al machacar a la mujer que amas es porque de otra manera serías totalmente incapaz. Tu complejo de base es ese, la tienes muy pequeña, tanto que el simple hecho de sacarla para mear ya te supone un trastorno. Pero no, no vamos a seguir hablando de tu ridículo apéndice genital. Sigamos mejor con la impotencia derivada del mismo. Esto es, las inseguridades que tu micro polla te genera, te hacen sabedor de que jamás podrás tener a tu lado a una mujer de verdad, un privilegio que ha mantenido sobre la Tierra a la especie humana. Como no puedes alcanzar tan alto premio tratas de buscar mujeres que crees sucedáneos de las mujeres que deseas. Pero te diré otra cosa que tu ilimitada inteligencia jamás te ha permitido aprender: no existen tales sucedáneos. Cada mujer es todo un universo de posibilidades más que dispuesto a hacerte sombra, y de hecho cualquiera de ellas podría hacerlo, dadas las taras de tu mentalidad anormal. Aún eras pequeño cuando tu mamá observó tus debilidades, de ahí su rechazo, jamás te pudo querer: el hombre niño que había traído al mundo era deficiente, una criatura realmente inferior. Quiero que sepas, que lo tengas muy clarito, que cada vez que tratas de dañar el corazón de la mujer que te ha concedido su compañía, con tus maquiavélicas intrigas de mente perturbada; tras este daño que tú generas, está la peor de las cobardías: piénsate desnudo con tu micro polla en mitad de la calle, a la vista de todos, y piénsate gusano, ya que te pones, cada vez que una mala palabra salida de tu hediondo hocico trata de insultar a la criatura que tiene el don de parir semejantes. Te gusta creer que eres un auténtico machote, testosterona de primera calidad. No te engañes. Si realmente fueras un machote, esto es, un hombre orgulloso de serlo -cosa de la que no tienes ni puñetera idea de qué significa-, adorarías a la mujer y aceptarías su compañía como un igual. Pero no eres un machote, y como lo sabes, porque verás, hijo de la gran puta, lo sabes, te sientes obligado de interpretar el papel de lo que crees que es un machote. Cada vez que alzas una mano o cada vez que insultas o faltas el respeto a la figura de una mujer, te condenas al recuerdo permanente de tu desgracia como ser inferior. ¿Sabes por qué los hombres nos colocamos y recolocamos los genitales una y otra vez? Tranquilo, es normal que no lo sepas, eres estúpido. Yo te lo diré. Los hombres necesitamos continuamente saber que siguen ahí para sabernos hombres. Nada de eso necesita la mujer para saberse una mujer de los pies a la cabeza. Y me hace gracia. Debe ser gracioso ver tu cara cuando en un acto reflejo llevas tu mano al paquete y sientes tanto vacío.

Creo que tu perfil es tan básico que no voy a perder más tiempo en repetirte lo que ya sabes porque te lo he dicho yo: un hombre.

Ahora prometo olvidarme del estilo y la corrección. Aprovechando que no nos oye nadie, que esta carta es exclusivamente para ti, te voy a transmitir con toda la sinceridad de que soy capaz lo que un hombre de verdad haría contigo. No siento el menor pudor en reconocer que ahora empieza el verdadero desahogo.

Pedazo de hijo de la gran puta, deberías quedar marcado como el ganado. Que todo el mundo viera la bestia sucia, la alimaña humana, tu pertenencia al mundo de las criaturas repugnantes. Una cárcel no, no deberías quedar al amparo de los muros. Deberías ser expuesto en las aulas de los colegios. No para que te vean los niños, sino para que sean las niñas, las mujeres del futuro la que te mirasen a los ojos y que con ellos pudieran contemplar tu penosa estampa. No hay remedio para ti, maltratador malnacido. Ni siquiera hacerte el favor de cortarte la cosilla que apenas se bambolea entre tus piernas. Se te debería negar el derecho a llevar ropa, que fueras desnudo por el mundo. Tantas cosas se te deberían hacer. Y tantas otras te haría yo mismo con mis propias manos.

Como comprenderás la rabia apenas me permite continuar con esta carta. La rabia de un hombre, algo que desconoces porque tu naturaleza degenerada no te da para más, de un hombre al que las leyes no le permiten darte caza como su cuerpo le pide.

Así que me despido, desecho. Confío en que tu vida dure cien años por lo menos y que tu capacidad de erección -o lo que sea eso que te ocurre en la polla muy de vez en cuando- se limite al cero absoluto cuanto antes. Lo lamento profundamente por tu madre. Ella fue la primera mujer que tuvo que soportar la desgracia de tu existencia.

Pídele a los dioses no cruzarte conmigo. A más ver.

Atentamente,


Eduardo Flores.



P.D: Puedes dar gracias de que esta carta no te la haya escrito una MUJER.

No hay comentarios:

Publicar un comentario