miércoles, 4 de junio de 2014

La pelea







Entiendo la pelea como el acto desesperado de un ser humano por arrebatar la vida de otro o por defender la propia. La pelea es el fracaso total y absoluto de nuestra especie, es el fin injusto de la narración y es una de las formas en que se expresa la muerte. La pelea no es la guerra a pequeña escala. Siempre pensé que lo era, pero no, la pelea es otra cosa, aunque sepa que no es menos cierto que en la guerra también se da la pelea. Hemos hecho de la guerra una institución, no ha existido siempre, mientras que la pelea nos acompaña desde nuestros más remotos orígenes. También pelean los animales y lo hacen por motivos no muy distintos a los nuestros. Es justamente lo que señala nuestro fracaso como especie superior en inteligencia.

La pelea no tiene ningún sentido si el fin de esta no es la muerte. De hecho, la pelea es un sinsentido en sí misma. Pero es incluso más incomprensible cuando el fin no es el que la propia naturaleza impone. Quien pelea tratando de evitar los golpes más letales a su adversario no debería haberse metido en tal fracaso, su derrota está escrita antes de comenzar. He visto peleas originadas por lo absurdo y también he peleado por motivos que harían reír y llorar a partes iguales. Todas ellas no han sido más que estúpidas peleas que señalaron como estúpidos a los púgiles implicados.

Me fascina esta escena de la estupenda película de David Cronenberg Promesas del este. Se trata de una pelea. Así, de forma aislada, contemplamos a un Vigo Mortensen sorprendido por dos agresores que van a tratar de arrebatarle la vida. La pelea real no es una elegante orquestación, no existen las medidas ni se calculan los tiempos en ella. Las claves de la pelea real son golpear más rápido, golpear más fuerte; hacerlo desde la mayor distancia posible y hacerlo preferiblemente con algún objeto pesado o cortante; por la espalda, mejor que de frente, ya que en la pelea real el honor y la dignidad son poco importantes, lo que cuenta es sobrevivir al adversario. Esta pelea en unos baños es una coreografía de actores. Una coreografía veraz en la que Cronenberg nos muestra la pelea. Son unos tres minutos de lucha nada gratuitos. La intención está muy clara, se trata de que el espectador pueda sentir la violencia. No es la violencia por la violencia. No son los golpes de la broma holywoodiense. Es la violencia en la que todos deberíamos creer porque está ahí, delante de nuestras narices y todo el tiempo. Después cada uno le dará un uso dependiendo de cómo lleve repartidas las neuronas en su sesera.

Vigo Mortensen nos muestra su desnudez total mientras lucha por su vida. Su carne es rajada y golpeada repetidas veces. Su cuerpo desnudo no es más que el desamparo de quien pelea. Mientras que todo tras las cámaras está controlado, en la escena el cuerpo de Mortensen se mueve de forma natural en el ataque y en la defensa, el progresivo cansancio es el que podría darse en una pelea y su desesperación, la viva imagen del ser humano obligado a pelear. La crudeza de las imágenes son necesarias porque es la vida o la muerte lo que está en juego, y mientras los dos agresores pelean sin esa motivación, todo está de su parte, para el personaje de Vigo Mortensen es crucial que cuando clave un cuchillo lo haga en mitad de pecho o en un ojo, tal y como sería en la realidad. Repito que la pelea existe. La violencia que se genera es la propia del ser humano, sin importar el contexto histórico en que éste se encuentre. El suelo resbaladizo de unos baños, el vapor de agua en el aire, los azulejos desangelados, son herramientas que Cronenberg maneja en su intención. No son los baños ni la desnudez los mejores aliados para una buena defensa, así que la desesperación y el desamparo son totales. Ni siquiera un cuerpo dotado para acometer semejante empresa es suficiente.

El resultado final de la escena está obviamente condicionado por las necesidades del argumento, es cine. Pero es que da igual, Cronenberg ha cumplido su objetivo con eficacia. Su película es magnífica toda ella, no seré quien le busque los flecos.


Pero es esta escena de hombres que pelean la que me obsesiona y enciende todas las alarmas al escuchar el título de Promesas del este. ¿Por qué la violencia me atrae y me repele a partes iguales? ¿Qué hace que la vida de uno se mueva en mitad de la violencia? ¿Por qué es zona de confort y de horror a la vez? ¿Es malvado ese ser humano o es simplemente que tiene un corazón que late? Las opiniones que se vierten con respecto a la violencia y la pelea nos son ya lugares demasiado comunes, se pueden apilar bajo un irreflexivo y total rechazo. Aunque pudiera parecerlo no soy yo quien se hace las preguntas de algo más arriba. Yo no soy más que uno entre muchos. Es la humanidad la que paga en un combate de boxeo y es la humanidad la que forma un corro alrededor de dos que se pelean en un bar. Es la humanidad cada uno de los extras que aparecen en esta fascinante escena de Promesas del este, inmóviles observadores.

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