domingo, 25 de mayo de 2014

El Habana Vieja (¿De qué trata la próxima novela de Eduardo Flores?)



El Habana Vieja inicia su travesía con rumbo incierto. Surca las plácidas aguas atlánticas y se aleja del último atraque con un nuevo tripulante abordo. La estela tras de sí es un azul espeso de moléculas de agua contrariadas que se excitan dando forma a una sutil y fugaz vereda para la vista. Una sombra como tinta negra se derrama por el costado de estribor. El sol ascendente tiende desde el otro lado de la ciudad una majestuosa alfombra dorada y brillante. Amanece en la mar al son que marca el balanceo del blanco casco tatuado por una infinidad de pequeñas arterias, que son los sutiles surcos del óxido recurrente. Así navega el Habana Vieja, ya abandonado por las gaviotas, aves marinas esclavas condenadas a la tierra, el castillo reluctante por el sol en la fresca mañana de finales de invierno. Se balancea en la mar como un viejo en la tierra, consciente del deterioro de sus facultades psicomotrices. Fierros diversos sin utilidad ni uso se estremecen sobre la cubierta gris y rociada aún por la húmeda caricia del alba. Tres huecas bodegas se cierran sobre cubierta por pesados portalones mecánicos y es corto el recorrido de la holgura, en el balanceo, de las plumas de las dos grúas en la banda de estribor. Como a la entrada infernal de Dante el navío que se hace a la mar ha de dejar en tierra toda esperanza, para que los hombres de abordo puedan conocer de otros estados del alma, ni peores ni mejores, diferentes. El chapoteo lejano bajo la proa, a la vista en punta de vanguardia el bulbo lacerado, que ahora cabecea suave sobre olas parabólicas, se funde con el continuo rumor del motor que hace girar la hélice, y sobre el Habana Vieja viaja también el oscuro fantasma anclado a la chimenea sobre el castillo. Y todo al final no es más que esto. Y los hombres de abordo, que son hombres de la mar, lo saben, saben que todo al final no es más que esto. Así que cada uno vuelve a lo suyo y sienten el último puerto como algo que quedó en un pasado remoto y sobrenatural, algo que no es la realidad de la vida, que es ésta en la que cada uno tiene su puesto y su oficio para hacer que el viejo casco perviva sobre las aguas y avance con rumbos inciertos que les llevarán o no a otros puertos. Y es que para ellos, todo al final no es más que esto. Y Chilo aún ha de aprenderlo.

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