jueves, 8 de mayo de 2014

Carta abierta a uno mismo



Tratas de escribir ahora todo aquello que no sabes y que sin embargo alberga la esperanza de sacar algo en claro. Te diré algo que sí sabes ahora: nada nunca está claro. Como fue todo es y será y ya te manejas en esos términos de indefinición y absoluta incertidumbre. Siempre en marcha esperando la muerte, que llega cuando llega y como llega, según las cosas se presentan, también en marcha y en tu contra. Y aunque todo apunta a que poco más vas a aprender, te puedes consolar escribiéndote aquí al respecto de esta transición particular -que no es más que parte de una mucho más grande- y puedes decirte pues, que esto que te escribes vale para algo, a ti mismo o a cualquiera que le diese por entrar sin llamar. El relato se mantiene a base de conflictos, la vida es una narración que los sentidos brindan con el beneplácito de los órganos vitales. Un juego en el que no se admite trampa alguna porque los hilos siempre están visibles a tu propia vista, parte importante del narrador. A veces todo se presenta al ritmo de un jugar por jugar que tiene su gracia, otras no dejan sitio para la risa y por lo general suele ser una mezcla orbital cuyo mayor enemigo es el miedo. Has leído mucho sobre el miedo últimamente. No han sido malas lecturas, te han servido, has aprendido un poquito más sobre ello. Cuando piensas en una probable vejez -más te vale dejar el tabaco y alguna que otra cosilla más- se te dibuja la imagen de un viejo que pasea en paz consigo mismo y el resto de los bípedos inplumes que cohabitan el universo conocido. Y como siempre has corrido y siempre te has dado tanta prisa en todo ahora quisieras ser ese viejo, aunque también quieres ser un ahora, con sus golpes y caricias y su marchar lento. Volvamos a la transición. Lo que haces mal no es otra cosa que pensar en lo que haces mal. Hazlo bien, es obvio. Pero piensa que dará igual lo bien o lo mal que lo hagas, los obstáculos seguirán confundiéndote, toparás con malencarados, con la envidia y la traición, con la pérdida, con mujeres que no saben estar en sí y con hombres que no saben dar un abrazo. La transición no es tan importante a estas alturas en la que llevas media vida mudándote sin más equipaje que el que te cabe en el corazón y en un par de maletas. Y sin embargo sigues haciendo lo mismo, encomendándote a la suerte como los toreros y pidiendo que de ser cogido por la punta del asta no sea por lo genitales y a ser posible dejar intacta la femoral. Una última cosa que sabes porque la has aprendido por las malas y ahora eres un fenómeno: las reglas del juego no se cumplen si en él no eres capaz de divertirte. Así que deja de escribirte y marcha de nuevo a ponerte lo guantes, el calzón y las zapatillas, salta al cuadrilátero y que la prensa deportiva diga de ti que bailas como una mariposa y que golpeas como una abeja. Diviértete.


PD: Nada de lo que te has escrito puedes tomártelo en serio. Tiene tantas posibilidades de ser un texto equivocado como de lo contrario. 

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